La Alcaldía y los números en la política
Contaba Augusto -el Chueco- Céspedes que los intelectuales de la contraélite, que surgieron de la Guerra del Chaco que sostuvimos con Paraguay (1932-1935), buscaban a un tipo serio para que fuera el jefe de su grupo, mayoritariamente compuesto de bohemios que conformarían más tarde el MNR.
El elegido fue Víctor Paz Estenssoro, un joven abogado tarijeño a quien ellos veían, a diario, leyendo en el colectivo (bus de la época), en camino a su oficina. Paz Estenssoro aspiraba a estudiar ingeniería en Argentina, pero las circunstancias sólo le permitieron matricularse como estudiante de leyes en La Paz. El abogado Paz Estenssoro fue eminentemente un hombre de números, que escudriñaba los estados financieros y presupuestos de las carteras de Hacienda, lo que más tarde lo haría distinguir como brillante parlamentario, capaz de descifrar meticulosamente las cuentas nacionales, para asombro y admiración de sus compañeros de partido.
No fue de extrañar entonces que cuando Paz Estenssoro llegó a ser presidente de Bolivia, por primera vez, hubiera puesto sus ojos en Alfonso Gumucio Reyes, un joven ingeniero cochabambino, para que impulse los planes de desarrollo de su gobierno. El Flaco Gumucio, hombre de números, llevó adelante innumerables proyectos de infraestructura caminera e industrial, a través de la Corporación Boliviana de Fomento.
Traigo a la memoria la intersección de los números y la política porque en un análisis final son los resultados tangibles los que cuentan y son los números los que se cuantifican para evaluar una determinada gestión de gobierno. Más aún si se trata de un gobierno municipal, cuya razón de ser es la de darle calidad de vida a la población, a través de proveerle un ambiente de seguridad y confort mediante los servicios públicos.
Mi amigo Alfonso Moro Gumucio, hijo del “ingeniero descalzo” Flaco Gumucio Reyes, publicó un artículo en el que destaca la gestión cultural del exalcalde Luis Revilla y extrapoló dicho calificativo para declarar a esa década de gestión como “la mejor”. Los números desmienten esa apreciación. Moro no es ingeniero y más bien es un destacado intelectual y artista, lo que explica su entusiasmo con la gestión cultural de Revilla. Pero su padre, el Flaco, leería los números y caería en cuenta que la gestión de Revilla, que duró diez años, es probablemente una de las peores y, por su dilatado mandato, diez veces peor.
El pecado mayor reside en utilizar la función pública para construir un partido político. El uso de bienes públicos para beneficio particular de su partido (SOL.bo) cala perfectamente en la definición de corrupción. Y me remito a los números: 9.000 funcionarios municipales, o sea ¡un funcionario municipal por cada 100 habitantes paceños! De estos, 400 dependen del despacho del alcalde. ¡Ni la Corte de Versalles! Otros 400 dependientes del despacho del secretario ejecutivo. Y más de 2.000 funcionarios añadidos a la planilla el año previo a las elecciones municipales, en las que él presentó como candidato a uno de sus funcionarios, de su propio partido.
No sorprende que se hubiera empleado el 90% de los ingresos municipales en gasto corriente (principalmente salarios, impagos hasta por tres meses) y figurativamente sólo el 10% en inversión. La deuda dejada, de 500 millones de bolivianos, coloca a la Alcaldía de La Paz en quiebra, si ésta fuera una empresa privada.
Entonces, creo que ésa NO es la huella a seguir por la nueva administración municipal. Todo lo contrario, la municipalidad pudiera funcionar con menos de 3.000 funcionarios, que fueron los que yo dejé luego de mi última gestión de alcalde, y quizá menos si se modernizara su gestión a través de la digitalización de sus servicios. Lo que se ahorre debiera invertirse en modernizar la gestión, reducir la burocracia y la corrupción.
Semejante abuso de los fondos y bienes municipales por un populismo rampante parece que ya no asombra, aunque fácilmente compite con el derroche y corrupción masista en todos sus niveles. Pero el castigo ya lo adelantó el electorado, pues SOL.bo no sacó ni un “Sol.o”concejal.
Ojalá que el nuevo alcalde elija otro camino y abandone definitivamente la huella de hacer un partido político utilizando los medios y recursos que la ciudadanía le ha confiado para su gestión municipal, la misma que se medirá en números claros y fríos en cinco años más.
Ronald MacLean fue cuatro veces alcalde de La Paz y ocupó cinco carteras de Estado en Bolivia.
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