La silla vacía de la pobreza
¿Cuál es el eslabón que pueda conectar la
abundancia agroindustrial posible con la miseria campesina?
El Foro Agropecuario del pasado 24 de junio, realizado en Santa Cruz y organizado por la Cámara Agropecuaria del Oriente (CAO), me recordó a uno similar realizado hace 23 años durante la campaña presidencial de 2002, al que asistieron Gonzalo Sánchez de Lozada, Goni –que hoy cumple 95 años y lleva 22 exiliado– Jaime Paz Zamora, además de Johnny Fernández, Evo Morales y yo.
En esa ocasión el gran ausente fue Reyes Villa –quien punteaba las encuestas y evitaba debates– aunque entonces no se acostumbraba a poner una silla vacía para quien estuviera ausente.
En 2002, Evo estaba lejos del segundo lugar que finalmente alcanzó. Recuerdo que estando a mi lado en ese foro, entablamos una conversación. El Evo de entonces, preocupado, me confesó que encontraba complicado seguir el orden de las preguntas, la mayoría técnicas. Una hablaba de “carga animal”, el número óptimo de cabezas de ganado por hectárea. Para tranquilizarlo, le sugerí que se olvidara de las preguntas y expusiera su mensaje, que yo haría lo mismo. Además, que devolviéramos un documento, entregado por la CAO, sin firmarlo porque yo tampoco comprendía bien los compromisos que contenía.
Mi madre, presente entre el público, luego me preguntó: “¿Qué nomás conversabas tanto con Evo?”. Seguramente, el hecho suscitó sorpresa. ¿Para qué hablar con Evo?
Más adelante, él mismo me lo recordó en el acto de posesión de ese año en el Congreso: “Usted era el único que me conversaba…”, me dijo. Fue la última vez que vi y hablé con Evo.
Pensando en la versión reciente del mismo foro, 23 años después –con tecnología avanzada y en un recinto elegante y climatizado–, veo que el evento respondió a la misma lógica del pasado: comprometer públicamente a los candidatos con las demandas del sector agropecuario empresarial.
Este sector tuvo un crecimiento exponencial durante Evo y hoy, a pesar de Arce, todavía mantiene una situación de influencia.
En medio de una prometida prosperidad –miles de hectáreas de cultivos de exportación, ingresos por miles de millones, tierras benditas, bajísimos impuestos frente a Brasil o Argentina–, ¿dónde queda la reducción de la pobreza, especialmente la rural?
Si el sector agropecuario empresarial es tan exitoso y con mayor potencial, pudiendo superar –
como promete la directiva del agro– incluso al otrora sector de hidrocarburos, entonces ¿por qué los candidatos de ayer y los tres relevantes de hoy pierden las elecciones cada vez, consecutivamente?
Quizá porque la silla que correspondía a Andrónico estuvo vacía. Y ocuparla no es tan solo la responsabilidad de él, que en gran parte sí lo es, sino también porque las políticas del agro deben ser consensuadas con el resto de la sociedad.
Pero esa silla vacía del foro puede representar algo más profundo y dramático. Pese a la responsabilidad del MAS en la mala gestión económica de los últimos 20 años, de la que Andrónico no puede sustraerse, se puede afirmar que la visión del agro es exclusivamente sectaria.
Esa silla vacía en realidad representa a los desposeídos, los sin-tierra, transgresores, emergentes, pobres urbanos y periurbanos, en fin, de los informales que son la mayoría del país. Ahí está la mayoría, la invisible, la silenciosa… hasta que se cuentan los votos.
Entonces, la pregunta de fondo es: ¿Cómo enganchamos el desarrollo agropecuario empresarial –altamente rentable– al desarrollo del pequeño y mediano sector agropecuario campesino? Allí la productividad es la más baja del continente, sino del mundo; la salud y la educación prácticamente no existen; la informalidad y la violencia son parte de su diario vivir; y sus hijos no tienen futuro y deben migrar del país. Todo esto fue omitido en el foro de la CAO pese a ser parte del mismo sector.
¿Cómo superar la dualidad económica del país con una minoría próspera y una mayoría empobrecida? Haciendo que los sectores modernos de la minería y los hidrocarburos, junto a la agropecuaria y el turismo, sean las locomotoras que jalen el desarrollo y erradiquen la lacra más dramática: la extrema pobreza.
Este debiera ser el tema que Andrónico se siente a debatir cuando ocupe su silla. Y proponga planes prácticos, inteligentes y generosos para producir políticas que unan a Bolivia en una visión compartida.
La silla vacía, la de la pobreza, podría dar nuevamente una sorpresa. A veces los silencios pesan más que los discursos y las ausencias terminan marcando el rumbo de la historia.
Ronald MacLean enseñó en Harvard;
fue alcalde de La Paz y ministro de Estado.
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