Evo: no se equivoque, no MÁS calumnias


Hubiera preferido no escribir estas líneas y conservar el nivel de respeto y consideración mutua que existió entre nosotros cuando Evo Morales y yo competimos en la elección presidencial de 2002, e incluso hoy, cuando él ejerce como Presidente de Bolivia. Pero él ha optado por descender al llano y atacarme, permitiendo que sus amanuenses que escriben sus tuits me acusen en su nombre de ser “prófugo” y de haber cometido un presunto acto de corrupción cuando fui ministro de Estado.

Esto coincide con las declaraciones sin fundamento de su exministra de Transparencia y embajadora del MAS, Nardi Suxo, quien recientemente hizo acusaciones similares en contra mía.

Ya en 2007, para disimular un escándalo mayor de la administración del MAS, en la Aduana Nacional, Suxo me acusó de corrupción por haber avalado, como ministro de Hacienda, una resolución presidencial que disponía un ajuste de las dietas para tres directores de la Aduana (por un total de unos 3.000 dólares), las que les habían sido comprometidas contractualmente seis meses antes, por mi antecesor en el Ministerio. 10 años después, el juez de la causa rechazó los cargos del fiscal anticorrupción por falta de pruebas de perjuicio al Estado en beneficio mío, y me eximió del juicio.

O sea que hoy no tengo ningún cargo pendiente ni juicio del cual evadirme, pero por el tuit que lanzó Evo Morales en mi contra pareciera que no está bien informado. Por lo tanto, tampoco soy ningún prófugo. Yo salí de Bolivia para trabajar como ejecutivo del Banco Mundial, en Washington, en 2003, tres años antes que Morales se hiciera cargo de la Presidencia. Vivo 15 años en Estados Unidos, retirado de la política, pero no de mi condición de boliviano. Soy un orgulloso servidor público, electo cuatro veces alcalde de La Paz y nombrado en cinco carteras ministeriales, bajo tres diferentes presidentes de Bolivia.

Desde entonces trabajo como experto anticorrupción del Banco Mundial y doy clases en la Universidad de Harvard y en la Academia Anticorrupción Internacional en Austria. En mis 25 años de ejercicio del servicio público en Bolivia nunca había sido acusado y menos juzgado por ningún acto de deshonestidad, hasta la injusta acusación de Suxo.

Tampoco estoy “refugiado” ni oculto en Estados Unidos. Tengo una visa internacional otorgada por Naciones Unidas en 2003 y mi domicilio estuvo siempre registrado en las notarías y juzgados bolivianos, durante los 10 años de defensa jurídica que estuve obligado a encabezar. En todo ese tiempo estuve perseguido por el gobierno del MAS y su ministra sin causa, siguiendo el método de “judicialización de la política”, con el fin de acallar e intimidar a la oposición, a la que temen.

Al acusarme de “corrupto” y de haber “huido” de Bolivia para “refugiarme” en Estados Unidos, Suxo vuelve a violar mis derechos humanos, al igual que lo hace Evo Morales, siendo que la calumnia es una violación elemental al derecho humano de los individuos de preservar y defender su honor, y su reputación. Y si hubiese hoy una justicia independiente en Bolivia, yo llevaría a Evo, a su exministra y sus amanuenses ante los tribunales.

Estas acusaciones resurgen a los pocos días de yo haber participado en una presentación de los candidatos a jueces de la CIDH, que se realizó en Washington, en la que participó Suxo como candidata boliviana y a quien cuestioné públicamente.

Suxo fue nombrada a dedo como candidata de Bolivia a este alto tribunal, cuando no reúne, ni de lejos, las condiciones profesionales y antecedentes personales para ese alto cargo. ¡Grave error la de esta nominación! No podía pues esperarse que los bolivianos que asistimos a su presentación como candidata apoyemos y menos aplaudamos semejante despropósito.

Ese día, con educación, yo hice notar mi desacuerdo en su nominación y fui secundado por otros asistentes, incluido el presidente de Human Rights Watch, quien señaló la contradicción entre la defensa de los derechos humanos y el historial de oposición de la exembajadora a la censura de Siria, Ucrania, Bielorrusia y otras dictaduras violadoras de esos derechos (Suxo viene regresando de disfrutar del “premio” a sus servicios cuando fue convertida en representante en Ginebra ante la Comisión de NNUU para la Defensa de los derechos humanos).

Lamentablemente, en Bolivia se ha hecho una costumbre confundir permanentemente los roles del Estado, Gobierno y partido político. Postular a una ciudadana como jueza a la CIDH debería ser una acción desde el Estado y no desde un partido, el MAS en este caso.

¡Pero no!, el gobierno de Evo postuló a una exministra del MAS, cuya tarea fue perseguir a los opositores con una ley retroactiva e inconstitucional mal llamada Marcelo Quiroga Santa Cruz (nombre rechazado por la familia del probo y asesinado político). En su afán, la mentada exministra atropelló los derechos humanos de muchísima gente, incluyendo los míos.

No se equivoque, Evo, la mentira no pasa cuando hay libertad de expresión y las calificaciones de Suxo para ser jueza son una mentira que se hizo evidente a la luz del mundo.

La única explicación que me hace sentido para entender la postulación de Suxo como jueza a la CIDH es la de eventualmente tener un voto favorable en caso de que las violaciones de derechos humanos en Bolivia estos años acarreen a sus infractores a esa alta corte de justicia.

Ronald MacLean fue cuatro veces alcalde de La Paz y ocupó cinco carteras de Estado en Bolivia.

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