Tipo de cambio o ¿cambio del tipo?


“Tipo de cambio” fue una frase ingeniosa de la época de la hiperinflación en Bolivia, a principios de los 80, cuando el desequilibrio económico ponía en riesgo la flamante democracia. Ante un “tipo de cambio” que subía por minutos, causando una inflación galopante y una devaluación que parecía no tener fin, el primer presidente civil de la nueva etapa prefirió acortar su mandato a destrozar la democracia. Ese fue el viejo político y patriota Hernán Siles Zuazo, en 1984.

A lo largo de la historia, el homo sapiens ha inventado formas de sobrevivir y prosperar. Tres de ellas son la política, la economía y el deporte. Sus expresiones más sofisticadas y modernas son la democracia, la economía de mercado y las olimpiadas, y torneos deportivos internacionales. Estas vendrían a ser formas pacíficas de conducir la guerra “por otros medios”. La violencia primitiva que enfrentaba a los hombres, que se mataban sin misericordia para robarse mutuamente, hizo necesario el establecimiento del orden de la paz como base de la prosperidad.

Hoy atestiguamos un proceso de destrucción de esas formas inventadas por el hombre para no matarse. Con horror vemos cómo Donald Trump está arremetiendo contra el orden económico mundial construido laboriosamente después de la II Guerra Mundial. Al destruir los diferentes acuerdos de libre comercio, él está echando por tierra el frágil equilibrio geopolítico que los países occidentales lograron construir y al que se sumaron la derrotada ex-Unión Soviética, y China.

Es el fin del fin de la Guerra Fría. Rusia y China acaban de conducir el primer ejercicio militar conjunto y el más grande de su historia. Trump ha logrado reunificar a Rusia y China, otrora matrimonio divorciado, con su guerra comercial de tarifas y proteccionismo estadounidense. Su resentimiento social lo ha convertido en enemigo de las élites occidentales y admirador émulo de dictadores y autócratas como Putin, Erdogan y Kim Jong-Un.

Sin tocar el tema de la degradación interna de la política estadounidense, provocado por su Presidente megalómano e ignorante, el efecto de su guerra comercial fue perfectamente resumido por su prudente secretario de Defensa, general James Mattis, cuando a manera de explicarle y disuadirlo de que rompa esos acuerdos, le dijo a Trump que los acuerdos de libre comercio con los países asiáticos del Pacífico, la Comunidad Europea y NAFTA eran la trama de intereses comunes para evitar la III Guerra Mundial. Algo demasiado complejo para el entendimiento de Donald.

En la política boliviana estamos viviendo otro momento trascendental, que a diferencia del gesto patriótico de Siles Zuazo, tenemos un Presidente que tal como Trump está dispuesto a destrozar la democracia para perpetuarse en el poder.El próximo 10 de octubre ya no podremos celebrar más el retorno de la democracia, sino su progresiva destrucción. Esta vez, el orden económico, establecido en 1985, por otro insigne estadista, Víctor Paz Estenssoro, ha salvado a Bolivia de la hiperinflación, pero ya no puede proteger a la democracia, ese juego maravilloso inventado por la civilización occidental para regular el poder, distribuirlo y renovarlo pacíficamente, con reglas establecidas, a veces imperfectas, pero de lejos preferibles al uso de la violencia de las dictaduras. Sólo miremos a Venezuela, Nicaragua y Cuba.

China sacó de la pobreza a centenares de millones de personas cuando adoptó ese otro maravilloso invento occidental, que es la economía de mercado, y se incorporó así al orden económico mundial; de paso, jalando con su prosperidad y con la cadena del comercio internacional a países tan lejanos y pobres como nuestra Bolivia, que ha disfrutado de una década de prosperidad china a través de los altos precios que pagaba esta nación por nuestras materias primas.

Ahora, ese sistema está bajo el asalto de la política proteccionista de Trump y tendrá también su consecuencia negativa en la prosperidad mundial, incluida la boliviana.

Como la democracia en la política y el mercado en la economía, los grandes torneos deportivos internacionales son otro juego inventado en Occidente para liberar la agresividad y sofisticarla mediante la excelencia y la libre y leal competencia.

El fin de semana pasado hemos visto caer derrotada a la magnífica figura del tenis mundial, Serena Williams. Ella perdió el campeonato por violar las reglas del torneo y enfrentar a la justicia del árbitro. Hubiera sido su 24 triunfo en los grand slams del tenis, pero la ley se lo impidió.

En lo doméstico, si hubiéramos tenido un árbitro como el que sancionó a Williams cuando el Presidente boliviano quiso ganar un partido de fútbol con un rodillazo a su humilde contrincante, quizá él hubiera recibido una justa lección y hoy, cual el presidente Siles estaría dispuesto a sacrificar su ambición para salvar a la democracia y celebrarla el próximo 10 de octubre.

Al igual que el “tipo de cambio”, que está hoy sobrevaluado en Bolivia, el liderazgo del actual Presidente está también sobrevaluado en su propia percepción. Este se ha tornado tóxico. Por tanto, antes de tener que cambiar el “tipo de cambio” para equilibrar la economía sería mejor un “cambio del tipo”.

Ronald MacLean fue cuatro veces alcalde de La Paz y ocupó cinco carteras de Estado en Bolivia.

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