El valor de la democracia


El presidente estadounidense Donald Trump está siendo investigado por corrupción y existe una posibilidad de que sea destituido. Se avecina una batalla titánica por derrocar o defender al hombre más poderoso de la Tierra, cruzada que se librará dentro del marco de la Constitución de Estados Unidos, poniendo a prueba extrema a la democracia de ese país.

De haber tenido vigente un sistema democrático en Bolivia, Evo Morales ya hubiera sido legalmente destituido por instituciones parlamentarias y judiciales independientes. El que esto no sea así es una comprobación tajante de que no existe democracia en Bolivia, más allá de periódicos episodios electorales, hoy deslegitimados por la candidatura anticonstitucional del propio Presidente y la parcialidad evidente del Tribunal “Supremo” Electoral.

El meollo del problema es que Trump, como Evo, nunca pudo entender la diferencia y la distancia que debe establecerse entre el interés público y el privado/político. Trump y Morales han asumido la presidencia como si fuera un privilegio particular suyo, y utilizan las instituciones y sus prerrogativas oficiales para beneficiarse personalmente.

En el caso de Trump, pretendió utilizar su poder para presionar al presidente de Ucrania a que investigue e incrimine a su posible contendor en las próximas elecciones, Joe Biden, en supuestos actos de corrupción. Al igual que hizo anteriormente con Rusia, cuando era aún candidato, ahora como Presidente buscó obtener ayuda de otro país para ser reelegido, hecho que está claramente prohibido por las leyes electorales estadounidenses.

Le hubiera servido saber que la corrupción, simplemente definida, es “el uso de bienes públicos para beneficio particular”. Esa ignorancia podría costarle la presidencia.

La corrupción es un problema de sistemas, más que de personas. Cuando ésta ocurre en la politica es un síntoma de que el sistema no puede evitarla a raíz de un “déficit democrático”, en el que existe una debilidad institucional y de equilibrio e independencia de poderes.

Trump ha puesto a prueba a la democracia norteamericana, que dio señales de no estar preparada para contener a un presidente amoral. Veremos ahora cómo se desarrolla el proceso de destitución.

En Bolivia es difícil entender lo que está pasando en Estados Unidos. Acostumbrados, como nos tiene el actual régimen, a los excesos groseros de abuso de poder, despilfarro y corrupción, lo que ha hecho Trump pareciera nimio, haciendo una llamada telefónica para condicionar la asistencia militar a Ucrania a cambio de que su presidente le haga el “favor” de buscarle “basura” contra su posible contendiente Joe Biden. Comparado con lo que sucede en Bolivia, parecería ser casi nada, donde Cuba y Venezuela han metido las manos hasta los codos en la política boliviana.

Anteriormente, a fines de los 90, me tocó vivir también en Estados Unidos el intento de destitución del presidente Bill Clinton debido un incidente sexual con una jovencita que hacía un internado en la Casa Blanca. Finalmente, el sistema funcionó, absolvió a Clinton y castigó a sus detractores políticos, regalándole a éste una victoria electoral en 1998. Lo mismo pudiera suceder con Trump si no es destituido y llega a las elecciones del próximo año.

Lo que me lleva a concluir que lo más importante para los bolivianos es que recuperemos el sistema democrático que, aunque imperfecto, es preferible a la tiranía y la dictadura electoral que nos ha regido hasta ahora.

Debemos recuperar la imparcialidad electoral, la limitación del mandato y la independencia de la justicia para poner freno a los que quieren “meterle nomás”, pisoteando la Constitución y el honor de los bolivianos.

Mientras que los estadounidenses pueden destituir a Trump en el marco de su democracia, nosotros, que estamos indefensos por falta de ella, tenemos que derrotar a la tiranía con el último recurso que nos queda: la elección del próximo 20 de octubre, que casualmente se recuerda el día de la fundación de La Paz, fecha muy importante para los paceños, quienes además nos ufanamos de tener una ciudad que es ¡cuna de libertad y tumba (política) de tiranos!

La elección presidencial que se avecina no es entre Mesa y Evo; es entre democracia y dictadura. Recuperada la democracia, el sistema nos ofrecerá los instrumentos y las reglas de juego para gobernarnos mediante la ley, concertar para resolver nuestros problemas, y recuperar nuestra dignidad. Ese es el verdadero valor de la democracia.

Ronald MacLean fue cuatro veces alcalde de La Paz y ocupó cinco carteras de Estado en Bolivia.

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