“La victoria de abril sobre la nación”


Así tituló Marcelo Quiroga Santa Cruz su ensayo crítico sobre la Revolución de 1952. Esta joya de crítica y análisis político, yo la encontré allá por 1979 oculto en la biblioteca Widener de la Universidad de Harvard, donde pasaba tardes enteras leyendo la bibliografía boliviana, allí atesorada.

Marcelo entonces era un adelantado a su época. Con su fina inteligencia y análisis crítico, describía como la Revolución había derrotado a la nación mediante un modelo de nacionalismo revolucionario muy parecido al fascismo derrotado en la Segunda Guerra Mundial, sólo unos años atrás. En esencia, Quiroga Santa Cruz escribió entonces un ensayo liberal. Un ensayo en defensa de la democracia y la libertad, y de crítica a un modelo autoritario (revolucionario) y teocéntrico (nacionalista). También en su crítica condenaba al modelo económico de la Revolución, apoyado en la nacionalización de los recursos naturales y la abolición de la propiedad privada en el agro.

Quiroga Santa Cruz escribía entonces basado en su experiencia familiar y su origen cochabambino de valles fértiles y fincas productivas. Su padre había sido un importante ejecutivo de las empresas mineras privadas y su familia, afincada.

Su ágil pluma y agudo análisis pudiera haber tenido origen en un prominente liberal y hombre público, el presidente Daniel Salamanca, de quien se le atribuye podría ser descendiente. Quizá ello también explique su aborrecimiento a los militares golpistas, como los que derrocaron a Salamanca en plena Guerra del Chaco.

Todo esto viene a mi memoria porque al igual que Víctor Paz Estenssoro, que en 1985 dio un giro de 180 grados y puso a Bolivia al ritmo de los tiempos modernos y la salvó de una de sus crisis más profundas, prohombres como Fernando Henrique Cardoso y Ricardo Lagos, en Latinoamérica, tuvieron un itinerario intelectual y político parecido, para gran beneficio de sus respectivos países. Marcelo no llegó a completar el ciclo.

El triunfo del masismo y en particular el de Evo Morales fue otra “victoria sobre la nación”, esta última en el siglo XXI. Un retroceso trágico en momentos en que Bolivia empezaba a cosechar los frutos de su reforma liberal iniciada en 1985. Doble mérito porque Bolivia entonces enfrentó una profunda crisis económica que en Chile se superó en 1973 a partir de un sangriento golpe militar, y en el país, en cambio, se lo hizo conservando la frágil democracia reconquistada sólo tres años atrás.

La pregunta es ahora: ¿Podrá Bolivia enfrentar la tremenda crisis económica que se nos viene, en democracia? O ¿la crisis será tan aguda y feroz que termine arrastrando por delante la frágil democracia y en aras de la seguridad pública y por causa del empobrecimiento súbito de una gran mayoría de bolivianos, terminemos con un régimen de fuerza pseudocivil o militar?

¿Qué es entonces lo primero que debemos defender y conservar si no es la democracia? Un sistema político imperfecto pero que nos garantiza una convivencia civilizada y solidaria que repudia la tiranía y la pérdida de la libertad.

El espectro del retorno de la tiranía nos acecha. Como en Argentina, el canto del populismo y la receta fácil del gasto público y la hegemonía del Estado centralista y vertical, como el que nos hizo engullir Evo Morales, está acechando en el firmamento.

La que viene no es una elección de personas ni un concurso de popularidad o carisma. La que viene es una elección entre la democracia en libertad o el retorno al populismo autoritario. Y la democracia sólo se sostiene con elecciones libres y transparentes, y con alternabilidad en el ejercicio del poder. No hay democracia sin elecciones. Ni elecciones justas sin un Poder Electoral confiable y respetado. No hay táctica más cobarde que la de denostar y desprestigiar al árbitro para evitar el partido.

Los bolivianos no tenemos más remedio que luchar por nuestra democracia aun en tiempos de pandemia, tan pronto la seguridad sanitaria alcance un mínimo de garantía, y salir a votar, salir a luchar y a vencer para conservar nuestra infante y débil democracia. La alternativa es abrirle el camino al retorno del pasado inmediato que los jóvenes y mujeres derrotaron en 21 días de pacífica resistencia.

Ronald MacLean fue cuatro veces alcalde de La Paz y ocupó cinco carteras de Estado en Bolivia.

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