El allure de la fantasía política


Anoche vi un programa surrealista.
“(En 2005) el establishment, la oligarquía paceña dio un voto duro por Evo Morales, carajo...(y a los cruceños) nos quitaron la posibilidad del poder”.

Posiblemente sea uno de los programas de televisión y radio más originales, mezcla de costumbrismo, un poco histriónico y salpicado de cierta vulgaridad de lenguaje, pero como dice su simpático conductor, aunque golpee los oídos, es imperdible. Anoche él nos contó una historia increíble pero fascinante, a guisa de análisis político.

El célebre nombre del conductor, hecho famoso ya por su padre, evoca mi memoria cuando a mis 15 años asistí a una concentración multitudinaria en la plaza 24 de Septiembre de Santa Cruz, al recibimiento apoteósico de un guerrillero cruceño victorioso que retornaba luego del derrocamiento del Presidente de la República, quien había osado reelegirse en contra de la Constitución, para un tercer periodo.

Fascinado yo, recordaba el ingreso de Fidel a La Habana. No recuerdo si Carlos Valverde Barbery regresaba barbudo, pero sí me impactó la ronquera de su voz potente pronunciando con vehemencia su discurso triunfal y su impresionante oscura tez, quemada por el sol, luego de largos meses combatiendo junto a un señor Mayser, en la primera guerrilla falangista que yo recuerde. Lo veo en hombros como si fuera ayer. Una suerte de Luis Fernando Camacho antiguo. Camacho sí, descendiente del eminente político paceño Eliodoro Camacho.

Carlos Valverde hijo, que vivió dos años en La Paz seguramente cuando su padre fue ministro de salud del gobierno del entonces coronel Hugo Banzer, contó en ese programa sobre la supuesta existencia de una oligarquía paceña de extraordinaria habilidad política que hubiera manejado los destinos de Bolivia por 200 años, incluso antes de la revolución federal que trasladó la sede de gobierno a La Paz.

Carlos me atribuyó el honor de pertenecer a esa cofradía legendaria, como miembro de la más rancia clase política andino-centrista. Al igual que aquella supuesta “conspiración globalista” que asegura que el mundo es gobernado en los salones de las monarquías europeas y los clubes exclusivos de Nueva York, desde donde presuntamente Soros y los barones del capitalismo rigen el mundo, esa logia paceña del exclusivo Círculo de la Unión regiría la vida política boliviana, asegurándose el poder exclusivo a expensas de los representantes de la élite oriental.

Mi supuesto abolengo paceño proviene de ser hijo de un cochabambino y una antofagastina, paceño yo, de primera generación. Pero también es cierto que mi padre presidió por muchos años uno de los grupos empresariales más importantes del país y pertenecía a todos los clubes de La Paz, incluyendo el Círculo, fundado sí por la aristocracia paceña y el barón del estaño Carlos Víctor Aramayo en 1938. Esa aristocracia fue fulminada por la revolución de 1952 y sus miembros perseguidos, confinados o exiliados, y empobrecidos, para no volver. Algunos se escondieron en Santa Cruz, lejos del brazo represor de Claudio San Román, el Juan Ramón Quintana de esa época. Ellos iniciaron el cultivo del algodón, empresa que trajo a mi familia a Santa Cruz hace 60 años.

De los políticos más importantes del siglo 20, Paz Estenssoro, Siles Zuazo, Guevara Arce, Lechín Oquendo, Banzer Suárez y Paz Zamora, sólo Siles fue paceño, pero hijo del expresidente Hernando Siles, patricio chuquisaqueño. El más importante político cruceño de ese siglo, Hugo Banzer Suárez, no gobernó sólo con la élite paceña, como sostiene Carlos Valverde. Sus colaboradores y confidentes más cercanos fueron siempre cruceños: Manfredo Kempff Suárez, Heberto Castedo, Nando García Vespa y luego su hijo García Suárez, Ambrosio García; inicialmente, además, cogobernó con Mario Gutiérrez, entre otros. De sus ministros, que recuerde, yo era uno de los pocos paceños.

Con el afecto y consideración que me merece Carlos Valverde Bravo, no puedo pasar por alto su insinuación de que yo apoyé a Luis Fernando Camacho para mantenerlo alejado del liderazgo nacional. Muy por el contrario, si diferimos con Camacho fue por mi oposición a la estrategia que lo mantuviera confinado a Santa Cruz y al oriente. Para ser presidente de Bolivia hay que conquistar La Paz. Así lo hicieron el tarijeño Paz Estenssoro, el cruceño Banzer Suárez, el cochabambino Guevara Arze, el tarijeño/cochabambino Paz Zamora, los cochabambinos Sánchez de Lozada, Quiroga Ramírez y Rodríguez Veltzé, rematando en el orureño Morales Ayma.

¿Son acaso todos ellos el resultado de la maquinación, de la “real politik”, de la oligarquía paceña-andina-centrista? O ¿es que en La Paz se reúne la élite política boliviana?

Para ganar en política es necesario leer la realidad. La fantasía y las teorías conspirativas entretienen, pero son peligrosas si se las toma en serio, incluso en las tertulias de amigos. Cruceños somos todos los que queremos esta tierra bendita donde tenemos ya enterrados a nuestros padres y donde me crié e inicié mi carrera política como candidato a diputado plurinominal por Santa Cruz, en 1978.

Ronald MacLean fue cuatro veces alcalde de La Paz y ocupó cinco carteras de Estado en Bolivia.

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