¿Por qué elegir a Luis Fernando Camacho?


Porque la Primavera Democrática, la Epopeya de Octubre se la ganaron los jóvenes bolivianos con su movilización pacífica por largos y heroicos 21 días, a ellos les corresponde y les pertenece esta flamante democracia, esta libertad conquistada.

Esta nueva democracia no se la podemos dar a los viejos políticos que la perdieron a manos de Evo Morales, a quienes por su incapacidad, mezquindad o ambición entregaron Bolivia al déspota del siglo XXI, quien nos sometió a la corrupción y al matonaje durante 14 largos años. Esa clase política débil, que no supo unirse y derrotarlo hasta las elecciones de octubre pasado, hizo que, ante la atomización de las propuestas políticas, la ciudadanía sabiamente concentrara su voto en la figura de Carlos Mesa para frenar a Morales.

Esa fue una gran victoria electoral que, al haber sido usurpada por el fraude, arrojó a las calles especialmente a la juventud, pero también a las mujeres y otros sectores. Esa juventud ya no pidió segunda vuelta ni nuevas elecciones administradas por el tirano, sino le dio un de plazo de 48 horas para que renunciara; se plantó en calles, avenidas, rotondas y plazas y se lanzó en pos del dictador, persiguiéndolo con una carta y una Biblia hasta el propio Palacio de Gobierno, de donde él había huido para no volver y anunciar su renuncia desde su guarida del Chapare el domingo 10 de noviembre.

Esa fue la victoria de la juventud, simbolizada en la rebeldía de un joven líder cívico que se jugó la vida persiguiendo al exmandatario hasta su suntuoso palacio vacío. Sin el coraje de ese hombre menudo, de polera y gorra, enfrentado a turbas masistas en el gélido aeropuerto de La Paz, secuestrado por militares y devuelto a Santa Cruz y que por segunda vez regresó a La Paz, no se hubiera sostenido el paro cívico pacífico ni se hubiera dado la renuncia de Morales.

¿Corresponde regalarle esa victoria a los políticos de ayer o a la juventud de mañana? ¿No fueron acaso esos políticos, en mayor o menor manera, colaboracionistas de la dictadura de Morales, ya sea transando contratos petroleros corruptos con el exvicepresidente Álvaro García Linera, como lo denunció el difunto ministro de hidrocarburos del régimen masista, Andrés Soliz; o dividiendo el voto de la oposición para regalarle el segundo mandato por primera mayoría a Morales; o haciendo de comparsa obsecuente en una “farsa maritima”, en el famoso juicio ante La Haya que nos deparó la peor derrota diplomática de nuestra historia, haciendo escarnio de nuestra sagrada causa para favorecer electoralmente a Morales?

Y ¿qué de la amnistía concedida por decreto favoreciendo a Evo y sus malandros tras el derrocamiento de Goni, que terminó con el exilio de 1.200 bolivianos y la cárcel de los comandantes militares que cumplieron con su deber? Y esto suma y sigue.

¿Les corresponde a ellos retornar al poder? ¿Después de que perdonaron a Evo tras ser desaforado temporalmente del Congreso por autorizar personalmente la ejecución de policías en el Chapare?

Pero todo aquello ha terminado y quedará en la memoria colectiva de un pueblo que hoy celebra la reconquista de su libertad y su democracia, recibiendo a su vez la más funesta herencia de despilfarro y corrupción de nuestra historia republicana (falsamente llamada hoy “plurinacional”), una economía destruida y un país dividido por la práctica y discurso de discriminación inversa.

Esta nueva democracia le pertenece al futuro y no al pasado. Nuestra misión ahora, nuestra obligación, es apoyar y aportar a la reconstrucción democrática de Bolivia. A una Bolivia regida por las leyes y no por caudillos primitivos y ególatras con palacios y museos de alabanza propia. Una nueva democracia en libertad, tolerante e inclusiva.

Démosle la oportunidad a los jóvenes bolivianos, a los de las barricadas ciudadanas, a los de las pititas, a los que no se cansan ni se humillan ni se venden ni se rinden. A nuestros héroes de octubre y noviembre, a los que, imitando a Abaroa, tiran un carajazo que retumba en el corazón de todos nosotros. ¡Huevo, carajo!

Ronald MacLean fue cuatro veces alcalde de La Paz y ocupó cinco carteras de Estado en Bolivia.

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