Gato por Liebre
Gabriel Boric acaba de ganar las elecciones en Chile bajo el pretexto engañoso de que combatirá la desigualdad y la injusticia social; curiosamente en el país sudamericano de menor índice de pobreza y mayor bienestar material. Él está en camino de dar paso a una nueva Constitución en reemplazo de la “de Pinochet”, lo que tampoco es cierto. Esa Constitución ya fue reiteradamente modificada durante los gobiernos democráticos anteriores. Y, además, los chilenos opinan que sus mayores problemas son la inseguridad, el crimen y el narcotráfico y no así su Carta Magna.
Los camioneros canadienses han bloqueado los pasos fronterizos con EEUU, protestando –dicen– contra la obligación de vacunarse para combatir el Covid-19. Sin embargo, se conoce que el 90% de ellos ya han sido inmunizados. Por lo que se ve, el bloqueo está siendo realizado por otra gente (junto a algunos camioneros) y obviamente esa medida persigue otro objetivo político, distinto al de oponerse a la vacunación.
El Partido Republicano de Donald Trump insiste en la gran mentira del “fraude electoral” y ha declarado que el asalto al Congreso del 6 de enero de 2021 constituye “una legítima y libre expresión democrática”. Cuando todos sabemos que la turba amenazaba con “colgar” al vicepresidente Mike Pence, así como a los parlamentarios de oposición por su negativa a desconocer el resultado electoral favorable al demócrata Joe Biden.
En Bolivia, el gobierno de Luis Arce se ha dado a la tarea de promover el embuste de que hubo un “golpe” en noviembre del 2019; esto para lavar la cara de Evo Morales que violó la Constitución forzando su cuarta postulación a la presidencia y ejecutando un monumental fraude electoral que precipitó su renuncia y huida del país, obligando a la renuncia de toda la sucesión presidencial para justamente simular ese supuesto “golpe militar”. Se trata de otra gran mentira, con mayúsculas.
Vladimir Putin engaña cuando dice que no invadirá Ucrania, mientras amasa un ejército de más de 100.000 hombres en la frontera de Rusia con Ucrania y realiza ejercicios militares de combate en la vecina Bielorrusia. Obviamente, su objetivo es otro. Sin embargo, este potencial conflicto nos coloca ante el mayor riesgo de una invasión y guerra continental en Europa, desde la II Guerra Mundial concluida hace 77 años.
Por increíble que parezca, todas estas grandes mentiras obedecen a un intento de alterar engañosamente la institucionalidad vigente y el tablero de poder e influencia global.
Pero más aún la de Putin porque éste añora restablecer la Federación Rusa como una potencia mundial, luego de la caída de la Unión Soviética. Para ello se ve obligado a minar el orden mundial establecido, las reglas de convivencia política adoptadas en Yalta al final de la II Guerra Mundial y los términos de la disolución soviética en 1989, que impulsó a los rusos a adoptar la democracia y garantizar la paz, como los ejes ordenadores de convivencia internacional.
Y Putin ha encontrado en el atrabiliario y ególatra Donald Trump a su mejor aliado para socavar la democracia estadounidense; y a través de Cuba, fomenta el narcotráfico y la corrupción de los Socialistas del Siglo XXI como la mejor arma para desestabilizar Latinoamérica y canibalizar a sus países (como a Venezuela) para promover el éxodo migratorio hacia el Norte y “los cientos de Vietnam” con los que soñaba el Che Guevara.
Somos testigos de una solapada Guerra Fría y el reprise de la Crisis de los Misiles en Cuba (1962) entre el joven demócrata John F. Kennedy y el cansado Nikita Kruschov; y hoy en Ucrania, entre el viril Vladimir Putin y el casi octogenario demócrata Joseph Biden. Veremos quién pestañeará primero y en qué dirección se enfilará el mundo.
*Fue Canciller de la República de Bolivia
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