¿Magnicidio fallido?
La decisión de su muerte se había tomado mucho antes de aquella fatídica mañana de octubre, allí lejos, en La Habana. Aunque había una brigada lista en Cuba para rescatarlo, Fidel nunca autorizó su partida y optó por elevar al Che al panteón de los Héroes de la Revolución, junto a Camilo Cienfuegos.
El asesinato del Che aquel octubre cobra relevancia hoy ante el gravísimo acontecimiento, también ocurrido en octubre en Bolivia, en que el país estuvo al borde de ser testigo de otro magnicidio, premeditado o casual, mediante el asesinato del expresidente Evo Morales por parte de agentes del gobierno. Un magnicidio, un crimen de Estado, uno de los mayores y más condenables actos políticos. Y nadie, excepto el entorno cercano del afectado, se ha sorprendido o enérgicamente condenado. El presidente Luis Arce, lacónicamente, ha prometido una investigación, mientras su ministro de Gobierno se esforzó por descalificar el hecho.
Desde el 2019, y quizás antes, Evo venía apartándose de la agenda cubana. Desobedeció su mandato al convocar al referéndum del 2016 y les obedeció al desconocerlo; aceptó la auditoría electoral de la OEA para luego ignorarla; y finalmente renunció por su cuenta y buscó asilo en México. En contraste, Nicolás Maduro, ante circunstancias similares de derrota y fraude, siguiendo el dictamen cubano, se atornilló al poder con una feroz represión a la oposición, tal como dictan en Cuba. Evo, en cambio, optó por salir de Bolivia en lugar de enfrentar a la población, y aunque inicialmente amagó con violencia, finalmente optó por el exilio. (Les dejo más abajo mi “Carta a Evo Morales” de noviembre de 2019, en la que lo insto a la no violencia).
El retorno de Evo al país complicó la administración cubana de Bolivia, su “colonia” política, su estado vasallo. Así, Cuba optó por Luis Arce como su “más-duro” y obediente administrador, para mantener el poder con la rigidez esperada y, si fuera necesario, emplear la violencia política, como Maduro y Ortega, para mantenernos a opositores sometidos y amansados como hasta ahora, y peor.
Las opciones inmediatas del régimen respecto a Morales eran dos: secuestrarlo, enmanillarlo, encapucharlo y humillarlo como hicieron vilmente con el gobernador de Santa Cruz Luis Fernando Camacho –y antes con la expresidenta Janine Añez– y encerrarlo en Chonchocoro (quién sabe hasta cuándo) o realizar una captura policial confusa que resultara en su muerte accidental.
El gobierno de Arce debe demostrar que esta última opción no fue la elegida, que no encubrirá a los autores ni ejecutará a nadie como ocurrió en el Hotel las Américas. Y el ministro a cargo debiera rendir cuentas ante la Asamblea.
Este posible desplazamiento del caudillo indígena al estilo “Che” debería llamarnos fuertemente la atención sobre la posibilidad trágica de que Morales pudiera haberse convertido en una víctima, un mártir por diseño o por accidente, que resuelva el problema de liderazgo del MAS y de la administración de Bolivia, asegurándose así la continuidad del régimen, una vez reunificado su mando político.
No vaya a ser que, como con el Che, los cubanos hoy prefieran tener a Evo en el altar de los mártires, junto a Hugo y Fidel. Ellos lo condenan y los bolis lo ejecutan, dejándonos clavado un puñal de oprobio internacional.
Si el gobierno de Arce actúa así contra un expresidente de su propio partido, ¿qué nos espera a nosotros, opositores políticos, constantemente criminalizados bajo prácticas que siguen el modelo cubano? Así, no sería sorprendente que el próximo opositor presidencial termine envenenado, “a la Putin”. Debemos estar conscientes de cuán bajo ha caído la tutela de este régimen y del peligro que representa tener autoridades irresponsables dispuestas a todo.
Eventualmente, Morales deberá rendir cuentas, pero ante una justicia imparcial que asegure su derecho a la defensa. Sus actos personales deberán ser juzgados como tales, mientras que su juicio político debiera gozar de “caso de corte” y zanjarse definitivamente en la corte democrática de las urnas, como corresponde.
Ni Arce Catacora es Fujimori, ni Del Castillo es Montesinos, ni Evo Morales es Abimael Guzmán. Están jugando con fuego. La historia del Che debería servirnos de advertencia. Si mataban a Evo en ese intento de detenerlo, voluntario o accidentalmente, Bolivia habría entrado en un espiral de violencia impredecible, alimentada por aquellos que se beneficiarían de nuestra división y enfrentamiento, ante la mirada boba de Arce y su díscolo ministro, como espectadores.
En esas condiciones, en 2025 no tendríamos independencia alguna que celebrar al cumplir 200 años de existencia como república.
Ronald MacLean es catedrático;
fue alcalde de La Paz y ministro de Estado.
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Carta abierta a Evo Morales
(7 de noviembre, 2019)
Estamos viviendo el glorioso parto de una nueva democracia en Bolivia. Nueva, porque ha trascendido de ser meramente electoral y se ha convertido en una verdadera causa maravillosa, que ha unido a los bolivianos y los ha movilizado de una forma nunca antes vista en nuestra historia. Y no sólo en Bolivia, sino en varios continentes del mundo. Nos hemos unido y reunido entre miles y miles: “¿Quién se rinde?… ¡Nadie se rinde! ¿Quién se cansa?… ¡Nadie se cansa! ¿Evo de nuevo?… ¡Huevo carajo!”.
Esta extraordinaria unidad nacional de collas, cambas, chapacos, guaraníes, aymaras, quechuas y muchos más sólo se compara pálidamente con la cohesión que produjo la trágica Guerra del Chaco. Hoy esa unión es el producto de la grosera violación de la voluntad mayoritaria del pueblo boliviano que dijo ¡no!, ¡basta! al abuso de poder, corrupción y matonaje de un régimen de 13 años, que ha llegado a su final. Sólo queda esperar cuánto tiempo le tomará morirse y a qué costo en vidas humanas, miseria y degradación, así como la maldición que ha caído sobre Venezuela.
Cuidado Evo, los bolivianos no toleramos que se asesine gente por el motivo que fuere. Los muertos le costaron la presidencia a Gonzalo Sánchez de Lozada, aunque no está claro quiénes fueron los verdaderos responsables de aquello. Los muertos le costaron la vida, colgado de un poste frente al Palacio de Gobierno, al bueno de Gualberto Villarroel. Cuidado Evo, no llegues a eso.
No sigas el consejo de Maduro que te exige resistir para no ser él sólo el único genocida de América. Los bolivianos no somos caribeños, no matamos. "Ama sua, ama quella, ama llulla". No olvides. Ya tu hermana vaticinaba el 2006 que “Evo podría salir como Goni… o peor”. Aún tienes tiempo. Para y reflexiona.
En democracia no hay ganadores absolutos e infinitos. Los perdedores también ganan. Ganan la posibilidad de regresar. Paz Estenssoro tuvo que sufrir destierros por casi 20 años para regresar y hacer una gran presidencia en 1985. Él tuvo la inteligencia de tomar un avión y salir al exilio luego de haber forzado su tercera reelección inconstitucionalmente, en 1964. Pero no enfrentó a los bolivianos.
Hugo Banzer tuvo que dejar el poder después de un fraude electoral generalizado, cuando el propio candidato favorecido, Juan Pereda, pidió la anulación de las elecciones en 1978, y luego lo derrocó con un golpe militar. Después de siete años, Banzer regresó ganando unas elecciones limpias y finalmente logró la presidencia 12 años después, convertido en un demócrata.
Entiende, Evo, que eres víctima aparente de tu propio éxito. La bonanza boliviana de estos años, que no es otra cosa que el resultado de precios estratosféricos de nuestro gas y otras materias primas ha formado dos generaciones de jóvenes que, habiendo salido de la pobreza, se han educado conectándose al mundo por internet y adoptando los valores occidentales de libertad, dignidad y autoestima que permite la democracia. Son demócratas ante todo y sobre todo. Luego podrán ser socialistas, liberales, o lo que fuera, pero no quieren tener que emigrar como refugiados de la violencia y la miseria, como nuestros hermanos venezolanos.
Esas generaciónes no quieren que te conviertas en un Maduro. Los Castro, Chávez y Ortegas sólo pueden gobernar sobre pueblos empobrecidos, derrotados y sometidos, en los que sus clases medias e intelectuales han tenido que huir por millones. Los bolivianos, ahora más prósperos, no queremos ello.
Evo, aún estás a tiempo, sal por la puerta grande y date la posibilidad de regresar si el pueblo te llama, y si no es por ti, hazlo por la gente que creyó en ti, y que aunque no coincidamos, ellos también son bolivianos, nuestros hermanos, con quienes aspiramos a vivir en libertad, igualdad y fraternidad, garantizándoles sus derechos, como tú no garantizas los nuestros.
Sal por la puerta y sálvate para la historia. Pide la anulación de las elecciones fraudulentas, termina tu mandato en enero y entrega el gobierno al candidato que se beneficie del repudio a tu testarudez de “meterle nomás”, y a tu reiterada violación a la Constitución. Evita la humillación de perder en una segunda vuelta, y como hizo Saúl Menem, da un paso al costado.
Evo, ¡te están utilizando! Recuerda que uno no se lleva nada al otro mundo y sólo deja el testimonio de su vida, buena o mala, para la historia.
Ronald MacLean Abaroa
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