Un gesto de civilidad política
Las declaraciones de Mario Cronenbold, el precandidato a gobernador de Santa Cruz por el MAS, han causado sorpresa, asombro y cierta admiración, por lo menos de mi parte, y una agria censura de parte de Evo Morales y algunos masistas de viejo cuño.
La condena pública de Cronenbold a una militante masista que presentó una querella criminal en contra de Luis Fernando Camacho, líder cruceño de oposición, rompe con una práctica ruin que usó el MAS para perseguir a sus adversarios durante los 14 años de matonaje. Se calcula que unos 1.200 bolivianos tuvieron que huir al exilio para protegerse de la persecución política judicializada por Evo Morales. Yo mismo me vi impedido de regresar a mi patria por más de once años, hasta su derrocamiento.
Si de veras queremos un reencuentro entre los bolivianos, la actitud de Cronenbold debe ser no solo reconocida por la oposición, y en particular por Luis Fernando Camacho, sino francamente aplaudida por todos. Es, decididamente, un avance que sería saludable escuchar de boca de otros políticos oficialistas de la nueva generación y también de parte de miembros de la oposición. Cronenbold fue abiertamente criticado por otro masista, siguiendo la línea de su jefe, que además de censurar al precandidato, puso en duda la conveniencia de su postulación, a la vez que se deshacía en insultos e invectivas contra Camacho. He ahí lo nuevo y lo viejo.
El insulto como práctica política ha cansado a la población. La violencia verbal tensiona a la gente. Particularmente después de casi dos años de enfrentamiento electoral, los bolivianos merecen un respiro de civilidad y respeto, especialmente de y entre quienes aspiran a su liderazgo. Huido Evo Morales con su estilo vindicativo cocalero sindical, es bueno que, con un nuevo liderazgo gubernamental, se recupere la sindéresis y la deferencia mutua entre políticos y autoridades. El respeto es la base de la tolerancia y la convivencia civilizada.
Es interesante observar que, en la pasada contienda electoral, la proclividad a insultar de los candidatos de oposición está inversamente relacionada con su resultado electoral. Se criticó la parsimonia de Carlos Mesa, pero su tracción electoral superó a la de Camacho y particularmente a la de Tuto Quiroga, el de mayor acidez verbal. El boliviano es conservador y formal, además de respetuoso, diría yo. Espera de sus dirigentes un nivel superior de refinamiento y cultura, y no así la apelación al agravio vulgar. Por otro lado, el candidato Luis Arce Catacora no se caracterizó por una excesiva agresividad durante la campaña, y es de esperar que siga así siendo presidente.
Por lo anterior es que resultan refrescantes las declaraciones espontáneas y cándidas de Cronenbold. De alguna forma riman con el discurso del vicepresidente David Choquehuanca, pero resultan particularmente interesantes porque en este caso provienen del oriente cruceño. Reconozco en aquellas palabras la tradición gentilicia del cruceño: abierto, sincero, pero también señorial. Los masistas estarían ciegos si no ven en ellas un avance y una ventaja en la tarea de seducir al electorado cruceño tan reacio al estilo agresivo y soez del cocalero.
Mi atención a este rasgo de civilidad política, que aplaudo, se puede deber en parte por la coincidencia de que Cronenbold y yo somos warneños de adopción, y ambos, como lo escuché en una entrevista suya, abandonamos nuestro hogar en la provincia como adolescentes a los 14 años de edad; él en busca de mejores oportunidades en Santa Cruz y yo para completar mi educación en La Paz. Más allá de aquello no tengo el gusto de conocerlo, pero espero que persista en su propósito de civilizar el discurso y la competencia política, motivado quizá por su experiencia reciente de fugaz opositor encarcelado por un gobierno transitorio que aparentemente adoptó el mismo estilo de persecución política que la de su antecesor, el MAS.
Ronald MacLean fue cuatro veces alcalde de La Paz y ocupó cinco carteras de Estado en Bolivia.
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