Primarias abiertas de oposición: ¡Sí, se puede; sí, se debe!
“¡Sí, se puede!” fue el slogan del candidato Barak Obama. Y pudo. “Si lo puedes soñar, lo puedes hacer”, decía Walt Disney. Y también lo hizo. Así es como piensan los innovadores, inventores, optimistas o emprendedores. La tecnología ha evolucionado tanto en los últimos años que mucho de lo que ayer era imposible, hoy se puede.
Delegar en la gente la decisión final de quién debe unir a la oposición no podrá nunca ser hecho por los candidatos en disputa. Lo he vivido en carne propia durante mis largos años en la política como estudioso, practicante y analista del quehacer público. Es poner a la gente al “volante” y confiar en su sabiduría colectiva, que en 2016 y 2019 ha sido mayor a la de los líderes opositores.
Dos modalidades están en conflicto: hacer una primaria abierta de oposición (o primaria popular) enteramente digital o una primaria presencial con escrutinio en ánforas, en la vía pública, con fuerte participación de la sociedad civil en la organización, ejecución, conteo y custodia de los votos.
Yo sostengo que se debe implementar un sistema mixto: digital y presencial.
Es momento de hacer un salto cuántico, de revolucionar la esencia y la forma de ser y hacer política electoral. Solo así podremos vencer a nuestros contendientes, actualmente en el usufructo del poder, dado que ellos tienen el gobierno, la organización, el dinero y los “negocios” en sus manos.
La candidatura única de oposición no es un fin en sí mismo, es un medio, es decir, un instrumento esencial para acumular peso electoral a un solo y único lado de la contienda y para impartir legitimidad al vencedor. Pero esta candidatura única no puede ser solo un dato estadístico, otro cuadro numérico, otra encuesta (o varias), ya sea digital o tecnocrática.
La política es mucho más que estadísticas o un voto digital anónimo y distante por sí solo. No se trata de apretar solo un botón para votar, sino de ir físicamente a hacerlo y defender ese voto siendo delegado, juez de mesa, vigilante o custodio de ánforas, es decir, un celoso guardián del derecho que tenemos de poder elegir libremente.
Así que las primarias abiertas (o populares) de oposición son principalmente un acto de movilización política, un ejercicio democrático, una voluntad ciudadana y una acción de profunda responsabilidad patriótica. Es un acto presencial donde podamos mirarnos las caras, nos reconozcamos y nos movilicemos rumbo a ganar las elecciones generales de 2025. ¡Es el todo o nada!
Estas primarias son el cabildo masivo, la ciudadanía cabreada, la voluntad vital de un pueblo engañado, abusado y asaltado descaradamente. Es el sopapo de respuesta que se merecen los impostores del pueblo, los incapaces y los corruptos. También los tibios, los resignados y los apáticos. Los que se acostumbraron a ser esclavos pobres o incluso ricos, pero esclavos.
Estas primarias no son para coronar a otro perdedor (para ello nos quedamos con lo que tenemos), sino para honrar el esfuerzo de los políticos y ciudadanos honestos que han resistido hasta ahora la represión, la cárcel y el acoso (pero cuya resistencia no es suficiente). Son justamente para rendirle homenaje al sacrificio y valentía de la gente que hizo paros y cabildos multitudinarios; son para producir un resultado que finalmente cuente, cambie y libere a nuestro pobre país.
Ya se tiene la plataforma para el registro digital de los votantes vinculado al padrón electoral y su habilitación para registrar diariamente, a lo largo de la campaña, sus preferencias por alguno de los candidatos opositores en carrera, hasta el día del escrutinio presencial que registrará el voto preferido, final y definitivo.
Estas primarias, tanto digitales como las de sufragio presencial, cual encuesta viva, deberían ser organizadas con participación popular desde la base vecinal bajo la dirección de un Consejo Superior Electoral Popular, constituido por ciudadanos ilustres políticamente independientes a las propuestas de los candidatos en competencia.
La Elección Bicentenaria de 2025 es seguramente nuestra última carta antes de convertirnos en Venezuela o Cuba, con lo poco de libertad y democracia que creemos que aún nos queda. No podemos seguir siendo “así nomas”. No podemos derrochar el esfuerzo patriótico de nuestros padres y sus padres, nuestros abuelos; no podemos dejar sin patria a nuestros hijos y sus hijos, nuestros nietos.
No puede ser nuestra generación la que pierda a Bolivia, a nuestra república, tanto la que vive en el país como la que vive fuera de ella. Despertemos por favor de una buena vez a la acción.
Ronald MacLean es catedrático,
exalcalde y exministro de Estado.
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